Una mujer y el retrato del presidente Xi Jinping (REUTERS/Aly Song/archivo) Iglesias y cruces destruidas, biblias quemadas, propiedades confiscadas, creyentes obligados a renunciar a su fe, religiosos encarcelados o desaparecidos. El régimen de China está intensificando su política de mano dura contra las congregaciones cristianas en Beijing y varias provincias del país. Una persecución que no se detuvo aun frente a la crisis del coronavirus. Al contrario, el gobierno aprovechó las medidas de aislamiento para acelerar el hostigamiento a las comunidades religiosas. El aumento de la represión se da en medio de un renacimiento religioso en el país, especialmente entre quienes profesan el cristianismo y el islam, dos religiones asociadas en China a minorías étnicas o culturales que han tenido roces con las autoridades estatales, declaradas ateas. Xi Lian, un especialista en el cristianismo en la China moderna de la Universidad Duke de Carolina del Norte, explica a Infobae que la campaña de